3 de noviembre de 2010

EL NOMBRE – JON FOSSE octubre 2010

Excelente. Un drama que se desarrolla desde el embarazo avanzado de Bea. Llega Bea a la casa paterna y llega su novio, más tarde porque según repite Bea “no quiere que lo vean con ella”. El traumático encuentro con la familia con la que ninguno de los dos quiere estar pero no saben a que otro lugar ir. Allí el nombre comienza a jugar su papel, hay que elegirle el nombre al niño. Bea insiste y desprecia la idea de su novio que incluyen los nombres de los abuelos que recuerda con cariño. También propone pensarlo luego que nazca para ver cual le queda bien, como algunos pueblos ancestrales. Conocer el nombre de otro es conocerlo en parte. Los nombres que no se piensan como moda o por como pega con el apellido.

El jefe de la familia desprecia al recién llegado y, por supuesto jamás lo nombra, no le pregunta el nombre y no habla mucho con él, no le deja contestar, le pregunta a los otros miembros de la familia mencionándolo como “él”. “Tu padre no dice mi nombre” Todos los encuentros son fríos e inconclusos, permanentemente se corta toda conversación generando una tremenda sensación de angustia.

Para ubicarnos un poco debemos pensar en Noruega, en un viento permanente y un tiempo oscuro. Las frialdades personales tienen otro tenor en esos climas. Para compararlo en nuestras tierras podríamos pensar un poco en la gente del campo patagónico o cordillerano del sur. Tierra en las que los hombres encuentran parte de sus raíces en los inmigrantes anglosajones o de Europa del Este. Juntemos a eso las a veces solitarias vidas y los climas inhóspitos y entenderemos ese tipo de frialdad, ese trato corto. Allí te pueden estar cebando mate media hora antes de comentarte algo sobre el clima, ya no digamos algo personal. Noruega es las antípodas en otro sentido que Japón. Esta obra es también una manera de asomarse a ese mundo, algo así como ver teatro Kabuki nos asoma a la manera de ser japonesa.

El novio comienza a contar una historia sobre su idea de los niños no nacidos, ellos conversan, hablan con sus almas en algún lugar y no eligen donde irán, alguien los manda aunque no quieran. A Bea esto la angustia sobremanera. Bea sueña con darle el nombre de un antiguo amigo y novio que hace su aparición “Bjarne” y allí se vuelve a medir la importancia del peso de un nombre. Este Bjarme es la única persona de todo el grupo al que el padre llama por su nombre, saluda con alegre camaradería y se interesa por él.

Una maquinaria genial de angustia diseñada por un relojero y, me parece, traducida con un respeto y un buen gusto admirables.

La puesta es interesante ya que aprovecha el tamaño de la sala para largos ires y venires de los familiares en extraño ciclo de vida en medio del mal clima. Las actuaciones muy buenas. Me gustaron especialmente Fabiana Falcón, Horacio Marassi y sobre todo María Eugenia López que compuso sobriamente a Bea, sin ahorrarse nada de las emociones que se agitan ahogadas en el alma. María Inés Senabre

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